Aprendiz de mudo

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Amauri Gutiérrez Coto

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Descripción

APRENDIZ DE MUDO
Amauri Gutiérrez Coto
Madrid, enero de 2013
ISBN: 978-84-938009-9-4
80 páginas, 12,5 x 19,5 cm.
Rústica con solapas
Colección Poéticas, 3
Precio: 10 euros (IVA incluido)

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EL AUTOR:

AMAURI GUTIÉRREZ COTO (Ciudad de La Habana, 1974). Poeta y ensayista. Licenciado en Letras por la Universidad de La Habana y Master of Art por New Mexico State University. Actualmente, hace su doctorado en University of Arizona donde es instructor de español. Ha publicado los siguientes ensayos: Acerca de lo negro y la africanía en la lengua literaria de Motivos de Son (Pinar del Río, 2002), Polémica literaria entre Gastón Baquero y Juan Marinello (Sevilla, 2005 y Lexington, 2011) y Orígenes y el paraíso de la eticidad (Santiago de Cuba, 2012) y el poemario Diario de un intruso (Pinar de Río, 2002). También ha realizado las siguientes compilaciones: Verdad y razón y otros ensayos de José Ferrater Mora (Sevilla, 2007), Clavileño, revista literaria (Sevilla, 2010), La amistad que se prueba. Cartas cruzadas: José Lezama Lima, Fina García Marruz, Medardo Vitier y Cintio Vitier (Santiago de Cuba, 2010) y El Padre Las Casas y los cubanos, en coautoría con Ana Cairo (Bayamón –Puerto Rico–, 2007, 2008, 2009 y Ciudad de La Habana, 2011). En 2012 publicó en Legados el estudio El grupo Orígenes o el infierno de la trascendencia.

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EL LIBRO:

(Extracto de poemas)

LECCIÓN I: MEDIA VUELTA

A José Alfredo Jiménez

Pararme en la puerta de tu casa
y señalarte con el dedo
mientras repito la frase consabida:
«voy a mí… no te hagas la cabrona».

Pruébalos todos
y dime quién pondrá
luces en tu pelo.
Dime qué hombro
se te ofrecerá cada noche.

Otra vez te lo digo:
«te lo dejo de tarea…
no te hagas la cabrona».

Ojalá nadie se entere:
sólo espero un «no»,
un «mi amor soy para ti»,
un nunca des la media vuelta».
Ojalá nadie se entere:
«porque, quieras o no,»
tú eres mi dueña.

*

LA HOJA ENTRE HERRAJES Y PERSIANAS

A Antón Arrufat

El guardavecinos ya no es más una invitación al parloteo,
es una maraña invasora que arrasa con las palabras de antaño.
Mira que no hay espera en un parque sin distracción necesaria,
tira sin proponértelo de una enredadera, tu innoble testigo.

Vengo a asistirte en el dolor de tus ilusiones.

La caverna donde habitas no es más que una epopeya,
si existiera realmente esa abertura, no sería nada más allá,
el pabellón de mi oreja es mi más resuelta hendija.

Acércate al guardavecinos y cuéntame, ven y dime,
ya sé que no hay paseo vespertino por los soportales
sin miedo a ser reconocido por los grupos de las esquinas.
Líbrate de los que se sientan en los quicios o los que están en los sillones
tras las balaustradas que le sirven de vitrina y osamenta.

Descúbrete los estigmas y muéstrame tus clavos,
debes tener llenos tus bolsillos, suenan al andar,
sonaja que precede al animal de compañía,
ven y llena mis tardes con ese murmullo,
no dejes que nos separe tanta maleza y enredadera sin sentido.
Abre las puertas del balcón, no esperes por tu muerte.
¿No te cansa andar espiando detrás de las persianas?
Ven junto al guardavecinos, regresa al parloteo, tráete una silla.

*

RUBORES

I

Aún puedo sentir el rocío helado sobre mis poros,
puedo, sí, volverme y ver a mis espaldas su rostro,
ya no me importa si tu voz a veces es un escándalo de mariposas.

Tu palabra va de la herrumbre a un gesto suave,
matinal hembra preñada por un macho nocturno,
ritmos cardiacos señorean y tu carne parece hierba,
pelusa vegetal húmeda y mañanera. El aire frío
contrae la piel, los abulta, se blanquean…

Y vienen luego las manzanas de corteza dura y encerada
con el ruido seco de la mordida y trozo entre los dientes.
Y otra vez ese sonido que parece encender soportales,
inundarlos de luz blanquecina, gélida, hospitalaria.

Mordisqueo, piel extendida como una sábana.

II

Lo que para nuestros abuelos fue bochorno,
para ti es rutina, es pasar un página recién escrita
y siempre el inicio de la caligrafía hecha de prisa,
y de nuevo otra a la espera de verse llena de trazos.
Lo cotidiano ha sido el fin de la vergüenza,
de los repetidos estrechones y la mirada fija en el suelo
que se siente en la nuca como un manso mordisco,
temblores contenidos, sábanas con lavanda,
rituales de la selección de la ropa íntima y timidez de las tenderas.
Inocencia perdida sin retorno…

III

Tu torpeza me revela otra vez ese reino perdido.

La muerte del rubor supone un necesario fenecer del hombre,
hogueras al filo de la noche en las cuales otrora los besos
se deslizaban aleteando igual que en un lienzo de Klimt.

Vengo lleno de utopías y seguro del regreso de lo espurio,
del egoísmo de creerme el único heredero de las carnes de antaño
y de ese deseo de amanecer entre temblores y sábanas envueltos.

Creo, sí, creo, en las pasadas sensaciones y en los ángeles
ocultos y minúsculos entre cada vello y poro mío.
Ya no sé si las blancas son mi piel o la tuya,
se confunden, ya no sé si el rubor es el nuestro.

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