Descripción
HUELLAS EN EL AGUA
Carlos Rodrigo Cristóbal
Madrid, mayo de 2018
ISBN: 978-84-946872-6-6
118 páginas, 12,5 x 19,5 cm.
Rústica con solapas
Colección Libros del Luthier
Precio: 12 euros (IVA incluido)
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EL AUTOR:
CARLOS RODRIGO CRISTÓBAL (Madrid, 1980) es un poeta fuenlabreño con grandes inquietudes literarias. En su haber se encuentran los poemarios El aire del tiempo y Huellas en el agua, aparte de colaboraciones en varias antologías poéticas de diversa índole. Lector empedernido, cinéfilo y amante del arte desde muy temprana edad, plasma en sus versos el mundo que le rodea con frescura y sin tapujos. También suele publicar relatos, reseñas y curiosidades varias sobre el mundo de la literatura en el blog http://nochesbohemias.wordpress.com
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EL LIBRO:
(Extracto de poemas)
LABERINTO DE CEMENTO Y CRISTAL
Nieve en los vacíos tejados y
aparcamientos
y desiertos arenosos,
en los vacíos corazones
de transeúntes solitarios
que recorren la ciudad
sin pena ni gloria,
sin refugio ni asidero,
mientras caen en este túnel
plagado de estrellas de neón
al que algunos llamamos Madrid.
Bombas se estrellan
contra mi carne y la tuya.
Y no las evitamos,
necesitamos ese duro impacto
en nuestras pieles envejecidas
por la prisa y la ansiedad
para sentirnos vivos.
Nieve en los tejados,
bombas en mi carne,
ciudad que ya no es nuestra,
aunque cada esquina me recuerde
los sentimientos, los orgasmos,
las borracheras.
Ciudad de la que huyo,
ciudad a la que siempre,
indefectiblemente,
acabo volviendo.
Hogar de neón, cama de alquitrán,
espuma de jazz y de poesía,
conjunto vacío de sentimientos
en el que yo, por fin,
me encuentro en casa.
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REFUGEES WELCOME!
Hoy me puse,
solo por un momento,
los cristales de tus gafas
y, al hacerlo, me sorprendí.
Vi desiertos y montañas,
vi desamores y pérdidas,
vi abandono y tristeza.
Hoy desde mi vida cómoda
me puse tus pantalones
y sentí hambre y desesperación,
vi muerte y guerra,
vi hijos arrebatados y
ahogados en ríos de sangre.
Hoy me puse en tu piel,
amigo refugiado, y
la sentí mía desde el egoísmo
del primer mundo acomodado.
Hoy sentí tu estómago vacío,
sentí las lágrimas
que recorren tu cara y
limpian según lo hacen
la capa de polvo del camino
que cubre todo tu rostro.
Hoy solo por un momento
fui tú, amigo refugiado, y
cuando dejé de serlo,
algo de tu alma, de tu sufrimiento,
se quedó conmigo.
Y en ese instante comprendí
que tu hogar es el mío,
que las fronteras no existen,
que eres bienvenido,
solo entonces comprendí
que somos hermanos.
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